Cierro mis ojos.
Seguramente te hablaría para preguntarte cómo estás, y sin más tú sabrías que te necesito, siempre tuviste la habilidad de leer entre líneas, a veces más de lo que debías. No necesito hablar.
Continúo con los ojos cerrados e imagino tu rostro, te veo sonriendo, siento que a partir de ese momento todo estará bien. Todo está bien.
Veo en retrospectiva y recuerdo cuando te conocí, la manera impetuosa en que llegaste a mi vida, recuerdo ese primer momento en el que te vi y dijiste que no me dejarías, que te quedarías conmigo, y es gracioso como han pasado los años, más de 15, y seguimos juntos, me siento seguro, me siento fuerte. Cumpliste tu promesa.
Salimos a caminar mientras platicamos, puedo oler la tierra húmeda que se mezcla con el humo del cigarro que fumas, está anocheciendo. Caminamos juntos.
Tú también tuviste un día pesado, no me dices, pero te sé leer entre líneas. No necesitas hablar.
Todo está bien, me siento fuerte, te sientes seguro.
Respiro.
Nunca me he preguntado cómo sería la vida sin ti, es un
pensamiento tan cruel que no me atrevo a considerarlo, no podría vivir, quizá me
moriría en el mismo momento que tú. Me doy cuenta de lo afortunado que soy por
haberte conocido, por que cambiaste mi vida, encontré el lugar al que
pertenecía, cumpliste tu promesa. Doy gracias a la vida por ti. Todo está bien.
Antes de dormir, en silencio, una vez más pasa por mi mente
la idea de perderte, no sé por que pienso en eso, me aterra, me dan ganas de
llorar, le pido a Dios que nunca te arranque de mi lado, que te permita ser
feliz y le explico todo lo que me has ayudado, que nunca me has abandonado y
que si amo a la vida es mucho gracias a ti. Mis ojos se cierran, mañana al
despertar lo primero que haré será darte un abrazo y decirte cuánto te quiero. Sonrío
mientras me quedo dormido.